Parecía un día cualquiera en una zona de negocios de Londres, cuando de pronto, un ruido comenzó a preocupar a los trabajadores y albañiles que se encontraban en el lugar. Aunque ya estaban acostumbrados al escandaloso sonido de las máquinas, sabían que aquello que se escuchaba era diferente, parecía más bien, un lamento de dolor y miedo.
Conforme los minutos pasaban el extraño sonido era cada vez mas y mas fuerte; fue entonces cuando decidieron ir a investigar. Mientras se acercaban a un pozo de concreto, cerca de los cimientos del edificio, el llanto de desesperación aumentaba y parecía que finalmente estaban a punto de descubrir que era aquel extraño lamento.
Al llegar al pozo, el grupo de hombres encontraron a una indefensa criatura que apenas podía moverse; al parecer se trataba de un pequeño cachorro que luchaba por su vida; desesperados y preocupados, los trabajadores pusieron manos a la obra y no descansaron hasta sacar al animal del profundo agujero. Sus ojos se llenaron de sorpresa al ver que estaba cubierto de barro y concreto fresco, sabían que si este se secaba en su nariz y hocico. Su pelaje estaba totalmente enredado y lleno de suciedad; el pobre lucía cansado y sin esperanza alguna… por las condiciones en las que lo encontraron, se notaba que el pobre animal había pasado horas luchando entre el lodo.
Respiraba con dificultad y apenas podía abrir sus ojitos. Sin dudarlo, los trabajadores recorrieron más de 32 kilómetros para llevar al pequeño a la clínica de South Essex, un hospital especial para animales, pues temían que estuviera herido y que no lograra sobrevivir.
Al llegar a la clínica, la doctora Sue Schwar y su equipo de veterinarios actuaron rápidamente e hicieron todo lo que estaba en sus manos para poder retirar la tierra de su rostro y cuerpo, sin embargo, aquello parecía una misión imposible, pues había demasiado concreto pegado en su piel; con tal de no lastimarlo, tardaron mas de tres horas en remover cada trozo de barro y cemento: pero conforme iban lavando su pelaje, se dieron cuenta que su color rojizo no correspondía al de un cachorrito… ¡sino al de un zorro de 4 meses de edad! Afortunadamente el rescate fue todo un éxito… El pequeño se había alejado accidentalmente de su madre y había caído al agujero por accidente.
De cariño le llamaron "Muddsey". Lamentablemente, según la doctora Sue Schwar, es muy común que los zorros lleguen a esta zona asustados, y caigan entre los edificios, por lo que estos casos son atendidos con frecuencia en Londres. Después de pasar unos días en observación dentro del hospital, el pequeño zorro fue puesto en un hogar temporal para más tarde, ser liberado en la naturaleza sano y salvo.
Nos da mucho gusto saber que existen personas que están dispuestas a ayudar, y que no les importa sacrificar un poco de su valioso tiempo para salvar una vida. Esto nos demuestra que aún hay esperanza en el mundo y que si todos ponemos un granito de arena, juntos podemos hacer de este mundo un lugar mejor…
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"VOZ" Romina Valdez
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Pensaron que era un perrito sucio, pero cuando lo bañaron ─ Badabun
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